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La Federación adhiere al comunicado de la CPM

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La última dictadura cívico militar ha sido la experiencia histórica más dolorosa que ha vivido nuestro país. Lo fue no sólo por las víctimas que produjo y su enorme sufrimiento sino porque fue el mismo estado, en manos del gobierno militar, el que planificó y movilizó todos sus recursos para exterminar a una parte de la sociedad en una supuesta defensa de la Nación. Los genocidas no sólo perpetraron los crímenes sino que tuvieron la perversión y el cinismo de pretender hacerlo en nombre de todos.

Los 30000 desaparecidos dan cuenta de esa magnitud. Cifra construida en medio del horror, donde la denuncia parecía imposible, donde imperaba el terror. Cifra construida sobre la negación sistemática a la existencia de los desaparecidos en términos materiales y también simbólicos. No fue una guerra, ni sucia ni limpia, fue un plan sistemático de exterminio. Fue un genocidio. Fue terrorismo de estado. Cuyos objetivos centrales fueron avasallar derechos y libertades, agigantar la brecha social entre ricos y pobres, transferir riquezas a los poderes más concentrados de la economía en desmedro de los trabajadores, aumentar la explotación, subordinar los intereses de la patria a los intereses de las potencias hegemónicas. Fue pérdida de soberanía nacional y popular. La Guerra de Malvinas es otro caro ejemplo. La dictadura fue el gobierno de las minorías privilegiadas sobre las grandes mayorías, y lo hizo intentando garantizar su impunidad.

El gran desafío de la democracia que hemos venido construyendo desde 1983 ha sido revertir esas políticas. Porque no hay democracia si gobiernan las minorías poderosas. La memoria de los hechos aberrantes ocurridos ha sido una de las herramientas de trabajo en esta ardua tarea. Ello implicó un minucioso y largo camino de reconstrucción de lo sucedido para hacer justicia y castigar a los genocidas y también reparar parte del daño como han sido las identificaciones de los cuerpos de los desaparecidos y la búsqueda de los nietos apropiados.

Todo esto que decimos ha sido dicho infinidad de veces. Ha sido corroborado en la justicia y en la investigación académica. Y también en los archivos producidos por el propio estado terrorista, como el de la Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense que gestiona la Comisión Provincial por la Memoria. Donde hay un minucioso registro de la preparación del exterminio, de su ejecución y de sus consecuencias en la democracia que vino después.

La insistencia se debe a las declaraciones del actual presidente de nuestro país, Mauricio Macri, que son un gran retroceso en este largo proceso de construcción democrática. Macri niega, banaliza y falsea la historia. Y lo hace usando términos propios de los genocidas, como “guerra sucia”, ese eufemismo que designaba el plan de exterminio. Así como negaban los militares, Macri “no tiene ni idea”, pero tiene obligación de tenerla, es parte inexcusable de sus deberes como presidente de la república.

Macri llama “desquiciada” a una Madre de Plaza de Mayo, a las que la dictadura llamo “locas” para negar su voz y su verdad. Nuevamente: No fue una “guerra sucia”: fue una dictadura genocida. Tenemos idea: los desaparecidos son 30000 Las Madres de Plaza de Mayo no son “locas” o “desquiciadas”, son luchadoras por la democracia y los derechos humanos. No sólo queremos la Verdad, queremos Justicia y eso significa cárcel efectiva para todos los genocidas.

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